miércoles, 15 de febrero de 2017

Prólogo del libro: Culpabilidad y crimen.





La civilización de cualquier pueblo, entendiendo por civilización la concreción de la cultura en hechos o cosas útiles, se ha construido con base en la moral, aquella costumbre que se tiene como buena porque no causa dolor ni induce al error. Y romper, irrespetar o burlar esa moral causa dolor en tanto que no hay liberación de la costumbre sino desamparo en quien comete la falta. Los seres humanos construimos costumbres para no desampararnos, para reconocernos y, en ese reconocimiento, no tener miedo. De aquí que cuando se rompe la moralidad (generando la ausencia de costumbres buenas) el hombre asuma la culpa, que es haber perdido el andamiaje que lo unía a una situación segura.

La culpa no es un hecho aislado ni una emoción que nace  del deseo, es un faltante que aparece cuando perdemos algo que nos hacía sentir seguros. La culpa es la ausencia de la decencia y el decoro (es la pérdida de lo conveniente), elementos esos que nos proveen de lo mejor social para vivir. Con la aparición de la culpa, por ley de opuestos, se reafirma la moral. Pero ¿qué sucede cuando no hay sentimiento de culpa? Al no haber contrario, lo inexistente carece de confrontación. En otras palabras, sin culpa no hay moral, ya que la una certifica como existente a la otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario