miércoles, 15 de febrero de 2017

El acto médico, la feminidad y el goce sexual: Intervención de Elkin Emilio Villegas Mesa.




En la perspectiva de la razón instrumental, el sujeto pierde cada vez más autonomía al estar dominado por la exigencia de la objetividad, que lo lleva a despreciar y a desconocer la subjetividad y la importancia de las ciencias humanas o del espíritu. Por su componente utilitarista, la razón instrumental termina por vincularse con la lógica de los excesos, del goce capitalista y consumista, diríamos con Lacan, constituyendo, de paso, el acta de defunción de la sensibilidad humana, que no parece preocupar más que a unos cuantos en campos tan importantes como la práctica de la medicina, actividad que desde los inicios ha estado siempre mediada por un esfuerzo cultural que se caracteriza por la renuncia a la satisfacción pulsional, renuncia que significa sensibilidad, solidaridad y simpatía por el semejante. Lo problemático en la época de la razón instrumental es que, al parecer, tanto el acto médico como la vida sexual, dados los excesos (goce) del consumismo, aparecen anestesiados o desprovistos de sensibilidad, de satisfacción y de sentido.


Link: https://youtu.be/QaGvpDQiwpQ

Jacques Alain Miller, Presentación del X Congreso AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis)

Link: https://youtu.be/3HMevn1x88A

El concepto de "conciencia moral" según Kant y Freud


"Apoyándose en una famosa sentencia de Kant, que pone en relación la conciencia moral en nosotros con el cielo estrellado, una persona piadosa muy bien podría sentir la tentación de venerar a ambos como las piezas maestras de la creación […], en modo alguno desconocemos la parte de verdad psicológica contenida en la afirmación de que la conciencia moral es de origen divino, pero la tesis requiere interpretación. Si la conciencia moral es sin duda algo ´en nosotros´, no lo es desde el comienzo".
Sigmund Freud

De la lectura atenta del anterior fragmento se desprende la distinción fundamental entre ambos pensadores, respecto al concepto de conciencia moral. Para el filósofo alemán, formado en la filosofía de Leibniz, pero muy influido por Hume, la conciencia moral, en cuanto representación de la divinidad en la mente del hombre, es una entidad abstracta o subjetiva que tiene por función determinar qué es bueno y qué es malo, según la voluntad de Dios. En este sentido, la conciencia moral sería algo así como una embajada de la divinidad en la inteligencia del sujeto, una especie de copia o inscripción de la voluntad divina en la psicología humana. Como Dios es bueno, nada malo se puede esperar de él, y como la conciencia moral es a imagen y semejanza de Dios, la voz de nuestra conciencia moral es entonces como la voz de Dios. La voz de Dios, según Kant, llega hasta nosotros por medio de la conciencia moral; luego, ésta no es más que una inscripción, marca o huella de la divinidad en nuestra psique. Es así como Kant simboliza la divinidad por medio de la metáfora del “cielo estrellado”, pues sabemos que el firmamento antes de que fuera objeto de investigación por los primeros astrólogos y astrónomos, había sido concebido por el hombre como expresión del poder y la magnificencia divinos. Es en todo caso lo que Galileo nos dice, mediante sus diferenciaciones y aclaraciones, en toda su obra.

Descargar el texto completo: http://www.asociacionips.org/p/10.html

Prólogo del libro "El malestar en la empresa".





Prólogo

En psicoanálisis es posible hablar de un Freud sociológico, en la medida en que el sabio vienés no se limitó sólo a la clínica individual, sino que, cada vez, se le hizo más imperioso convertirse en un intérprete de la cultura, como bien nos lo ha demostrado Paul Ricoeur. Es así como, en ese contexto, puede resultarnos paradigmático el postulado freudiano: “Toda psicología individual es, ante todo, psicología social”. De ahí que no resulte, para nada atrevido, el principio que Elkin Emilio Villegas Mesa pretende demostrarnos, acerca de que la psicología social y el psicoanálisis pueden participar en un diálogo transdisciplinario, algo que ha sido bastante abordado en la historia del psicoanálisis, sobre todo, a partir del trabajo con grupos, instituciones y desde configuraciones vinculares. Así, en esta labor, conviene tener en cuenta tres espacios por los que circula el inconsciente:

Prólogo del libro: Culpabilidad y crimen.





La civilización de cualquier pueblo, entendiendo por civilización la concreción de la cultura en hechos o cosas útiles, se ha construido con base en la moral, aquella costumbre que se tiene como buena porque no causa dolor ni induce al error. Y romper, irrespetar o burlar esa moral causa dolor en tanto que no hay liberación de la costumbre sino desamparo en quien comete la falta. Los seres humanos construimos costumbres para no desampararnos, para reconocernos y, en ese reconocimiento, no tener miedo. De aquí que cuando se rompe la moralidad (generando la ausencia de costumbres buenas) el hombre asuma la culpa, que es haber perdido el andamiaje que lo unía a una situación segura.

La culpa no es un hecho aislado ni una emoción que nace  del deseo, es un faltante que aparece cuando perdemos algo que nos hacía sentir seguros. La culpa es la ausencia de la decencia y el decoro (es la pérdida de lo conveniente), elementos esos que nos proveen de lo mejor social para vivir. Con la aparición de la culpa, por ley de opuestos, se reafirma la moral. Pero ¿qué sucede cuando no hay sentimiento de culpa? Al no haber contrario, lo inexistente carece de confrontación. En otras palabras, sin culpa no hay moral, ya que la una certifica como existente a la otra.

Prologo del libro: Cura del sentimiento de culpa y de la depresión.





Prefacio del libro: “Cura del sentimiento de culpa y de la depresión”.

Cada escuela, cada analista, tendrá una visión muy particular y muy singular al establecer criterios para autorizar el pleno ejercicio de sus profesionales. Unos dirán que el psicoanalista deberá tener bien comprendida la parte psicótica de su personalidad; otros pondrán el énfasis en la resolución de lo más espinoso del sistema narcisista; otros apuntarán al ideal de ver incrementada su capacidad de amar y de trabajar; otros dirán que debe haber atravesado su fantasma mientras, los de más allá, pondrán como meta la resolución del complejo de Edipo; Elkin Villegas nos dirá que hay que curarse del sentimiento de culpa, al aparar en el aire un “chiste” de Jacques-Alain Miller; en fin, podríamos encontrar toda una pluralidad de objetivos de acuerdo con el vértice de la mirada de cada grupo, de cada analista.

Descargar el texto completo: http://www.asociacionips.org/p/4.html 

El sexo y la guerra: un vistazo desde la perspectiva de la filosofía y el psicoanálisis.




Por: Elkin Emilio Villegas Mesa.
                                                                                                            Psicólogo-Psicoanalista

Ha de concederse que todas las mociones que la sociedad proscribe por malas —escojamos como representativas las mociones egoístas y las crueles— se encuentran entre estas primitivas. Estas mociones primitivas tienen que andar un largo camino de desarrollo antes que se les permita ponerse en práctica en el adulto. Son inhibidas, guiadas hacia otras metas y otros ámbitos, se fusionan unas con otras, cambian sus objetos, se vuelven en parte sobre la persona propia.
Sigmund Freud


Introducción

Aunque sería necesario, desde la perspectiva del rigor epistemológico, establecer relaciones y diferencias entre el sexo y la guerra en un completo estado del arte, con el fin de circunscribir dicha temática en la lógica de la investigación, en esta ocasión, por tratarse de una aproximación preliminar, me limito solo a dar unas cuantas pinceladas a tres grandes momentos de la evolución cultural humana: la antigüedad grecorromana (en la perspectiva de Taylor Caldwell), la Edad Media (desde el punto de vista de Umberto Eco) y la contemporaneidad (desde la mirada de Freud y Lacan). Se podría decir que en estos tres períodos palpita el espíritu o la esencia de la relación entre estas dos grandes inclinaciones humanas, por lo que es posible rastrearlas e inferirlas en cada fase. Esto se debe a que el sexo y la guerra son dos factores constitutivos de la especie humana y, a pesar del tiempo y de la evolución cultural, ambos rasgos siguen dando que pensar, al punto de constituir dos pilares de la reflexión en distintos campos de las ciencias sociales, la filosofía política, el derecho y el psicoanálisis.

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